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¿Sientes que ya no cabes en tu propia vida?

¿Que algo dentro de ti te pide urgentemente un cambio?

¿Te duele seguir igual… pero también te da miedo soltar?


¿Sabías que la langosta tiene que romper su propio caparazón una y otra vez para poder seguir creciendo?

Su armadura, que un día la protegió…

se convierte en cárcel.

Y el único camino es atravesar la incomodidad.


Cuando empieza a dolerle,

ella no se resigna.

No se conforma.

La langosta se esconde—(bajo una roca profunda, en lo más hondo del fondo marino)—

porque necesita un lugar seguro para lo que viene.


Ahí, en la oscuridad, con el cuerpo presionado y el dolor latiendo por dentro,

tiene que romper su propio caparazón.

Lo empuja contra las piedras,

una y otra vez,

hasta que por fin se quiebra.

Y queda completamente expuesta.

Frágil. Sin defensa.

Pero viva.

Y lista para crecer.


Imagínate si no lo hiciera.

Si ignorara la incomodidad,

si se aferrara a lo conocido con uñas y dientes

por miedo a perder el control.

Nunca crecería.

Se atrofiaría dentro de lo que una vez le funcionó.

Y lo que un día fue refugio… terminaría por ahogarla.


Pero no.

Ella elige la transformación.

Elige el coraje de romperse

porque en ese acto de dolor y vulnerabilidad

vive el milagro de su expansión.


Esta parábola de la langosta me encanta,

porque me recuerda que la incomodidad no es el enemigo.

Es la voz del alma diciendo:

ya creciste… ahora te toca mudar.


No es el fin.

Es el inicio.

El inicio de tu versión más libre, más grande, más tú.

ree

¿List@ para romper ese caparazón?

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